Acción social20/11/2020

“Nosotros trabajamos con niños que ya de por sí tienen miedos, y la pandemia podría ser la gota que colme el vaso”

El Trastolillo trabaja con niños de entre 7 y 18 años para minimizar al máximo el riesgo de exclusión intrínseco a su contexto familiar.

El Trastolillo es un proyecto de Infancia y Adolescencia de Cáritas Diocesana de Santander que cumple 25 años influyendo en el desarrollo del barrio de Cazoña y alrededores a través de la educación, el apoyo escolar y las actividades de ocio y tiempo libre para los más pequeños.

Rubén Cruz y Pilar González, educadores sociales que atienden a los 34 niños y niñas que actualmente participan en el proyecto, han visto con preocupación cómo la pandemia y su consecuente crisis económica han amenazado múltiples derechos de la infancia. Un daño, como es habitual, que ha afectado con mucha más fuerza a aquellos menores pertenecientes a familias desfavorecidas.

“Nosotros trabajamos con familias que ya de por sí tienen miedos, tienen dificultades,” explica Rubén. “Si para un niño vivir en una familia de éstas ya provoca una inseguridad, si a eso le unimos que la gente habla de una pandemia, que la gente se muere, que si la mascarilla… Es otra inseguridad más con la que viven. Y podría convertirse en la gota que colme el vaso”.

El trabajo de acompañamiento que hacen desde El Trastolillo, todas las tardes de lunes a viernes, es fundamental para estos niños y también para sus familias. Ambos educadores se esfuerzan para que se genere una relación personal de confianza y han resultado ser un apoyo muy valorado en estos meses, en los que la situación laboral y económica de muchos de estos hogares se ha desestabilizado hasta situaciones límite.

“No es fácil decir ‘es que no llego a fin de mes’,” apunta Rubén. “Sobre todo en esta época de pandemia que hay muchas familias que nunca se habían visto en éstas. Lo mismo que han tenido que contactar con nosotros, han acudido a pedir ayuda a diversos recursos o a los Servicios Sociales. Hay familias que nunca lo habían hecho y no es fácil”.

Desde El Trastolillo han trabajado, a pesar de las dificultades iniciales durante el confinamiento, para mantener una actividad que ayuda a que los niños y niñas, además de tratar de estar al día con las tareas del colegio, aprendan normas de conducta, conozcan distintas realidades y generen relaciones sociales positivas. Si bien, se han visto obligados a adaptar el proyecto a las circunstancias, dividiendo a los niños en distintos grupos, cerrando la entrada libre a nuevos participantes que no vengan directamente derivados y cancelando los juegos o las salidas al exterior.

Estamos dejando de hacer muchas cosas que son importantes,” cuenta Pilar. “Como sociedad, les hemos quitado de raíz el derecho a jugar. A reunirse con sus iguales, que en la época adolescente esta es una necesidad imperiosa. El derecho a expresarse… Les hemos tenido muy poco en cuenta”.

Desde el centro, sin embargo, están positivamente sorprendidos con la respuesta general que han tenido los menores ante tantas restricciones: “Tienen mucho más asumidos todo lo que implica la situación actual, el semi confinamiento, toda la parafernalia de lavado de manos, toma de temperatura, etc. cada vez que entran y salen del centro. ¡Mucho mejor que los adultos!”

Pilar y Rubén confían en que las cosas puedan volver a cierta normalidad, para que una parte de la población tan vulnerable como son estos niños no tenga que pagar más por ello. En cualquier caso, al margen de la circunstancia actual, saben que el trabajo de acompañamiento que realizan siempre es un trabajo a largo plazo y no se rinden.

Para nosotros el éxito sería ver por un agujerito dentro de 15 años y ver que estos chavales tienen una vida perfectamente integrada en sociedad, que tienen un trabajo, una familia, una estabilidad, un grupo de amigos…,” cuenta Rubén. A lo que Pilar añade: “Ver que han tomado buenas decisiones y no se han dejado arrastrar por el contexto en el que viven, que arrastra hacia comportamientos y hacia lugares que nosotros no queremos para ellos”.

Porque ningún niño merece estar condenado por su contexto, en Cáritas nos una oportunidad. Hoy, 20 de noviembre y Día Internacional de los Derechos de la Infancia, compartamos #CorazonesPorLaInfancia.