Análisis y reflexión30/09/2019

Nuestra preocupación por el cuidado de la casa común en la Semana de Acción Climática

Reflexionamos sobre el cambio climático y cómo este problema global representa uno de los principales desafíos actuales para la humanidad.

Acabamos de asistir a una semana intensa de movilizaciones en todo el mundo. Cientos de miles de personas y, de forma especial las personas más jóvenes, han salido a las calles en más de 150 países para reclamar a la comunidad internacional más esfuerzo y ambición para frenar el cambio climático. También en España, donde han tenido lugar numerosos gestos y acciones a lo largo de toda la Semana de Acción Mundial por el Clima, incluyendo la manifestación celebrada el pasado viernes 27 en Madrid.

Unas movilizaciones que coincidían con la Cumbre de Acción Climática, celebrada en Nueva York, convocada por el Secretario General de Naciones Unidas para trasladar una señal de urgencia y motivar un mayor esfuerzo de los gobiernos para frenar el calentamiento del planeta. El mensaje es claro: las iniciativas en marcha no son suficientes, hace falta hacer más y hacerlo más rápido.

No resulta extraño que los jóvenes se movilicen. Como nos recuerda la Laudato Si’, los jóvenes nos reclaman un cambio. Se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del medioambiente y en el sufrimiento de los excluidos (LS, 13). Y es desde esta preocupación que han decidido tomar las riendas y alzar su voz.

 

Un desafío para la humanidad

Compartimos como familia humana una casa común, un hogar del que todos somos responsables y partícipes.  Somos conscientes del deterioro que el planeta está viviendo, de los desequilibrios que se están provocando en los diversos ecosistemas causados, la mayor parte de las veces por un modo injusto e insostenible de comprender la economía, el bienestar y el crecimiento. Como nos ilustra la Laudato Si’, el cambio climático es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad.

Muchas personas pobres viven en lugares particularmente afectados por fenómenos relacionados con el calentamiento, y sus medios de subsistencia dependen fuertemente de las re­servas naturales y de servicios ecosistémicos, como la agricultura, la pesca y los recursos fo­restales. Son también cada vez más las personas que se ven obligadas a abandonar sus hogares, y buscar un mejor futuro en otras regiones o países, al ver cómo la degradación ambiental acaba con sus medios de vida.  Tampoco nuestra realidad más cercana escapa de sus consecuencias. Sabemos que España está entre los países europeos más vulnerables a los efectos del calentamiento global, y que ello también tendrá importantes consecuencias sociales.

 

Compromisos ambiciosos e inclusivos para lograr el cambio

Nuestra fe como cristianos nos ofrece grandes motivaciones para entender que este tema es central en nuestro ser y estar como Iglesia y en nuestro compromiso por una sociedad más justa.

Para lograr los objetivos se necesita una verdad consciente. Asumir la urgencia de la situación actual admitiendo el diagnóstico y la llamada a la acción que transmite la evidencia científica. Los compromisos políticos han de ser reales y vinculantes, mucho más ambiciosos que los actuales, con la consiguiente asignación de recursos para hacer frente a esta crisis, así como la apuesta decidida por las energías renovables 100%. Un cambio que debe acompañarse, además, de medidas que aseguren una protección suficiente a aquellos colectivos que se puedan ver afectados por esta transición, y garantizar así un proceso inclusivo y justo para todas las personas.  

Además, debemos ser conscientes que, aunque el cambio climático y el deterioro ambiental nos afecta a todos, porque compartimos una única casa, nuestra casa común, también sabemos que los efectos más graves los sufren las personas y los países más empobrecidos, a pesar de tener menos responsabilidad en haber causado el problema. Por tanto, atendiendo a criterios de justicia climática, deberán ser los países con más recursos, como los europeos, los que deben asumir más esfuerzo y compromiso. Un compromiso que también nos interpela a cada uno de nosotros en nuestros actos cotidianos con gestos, que sumados, son muy importantes y son también parte de la solución.