Más allá de la ayuda humanitaria
19 de agosto, Día Mundial de la Asistencia Humanitaria: apoyando la resiliencia de las comunidades refugiadas.
El estallido de la pandemia de COVID-19 ha puesto de manifiesto la fragilidad de los sistemas económicos, sanitarios y sociales para poder proteger y cuidar a las personas y especialmente a los colectivos más vulnerables, entre los que se encuentran miles de personas refugiadas y migrantes en todo el mundo. Las condiciones de hacinamiento, la dificultad para mantener la distancia y asegurar las medidas de higiene, el agravamiento del aislamiento y la pérdida del trabajo, especialmente en el sector informal, están suponiendo un duro golpe para unas personas que ya de por sí viven en condiciones muy precarias.
En los nueve campos ubicados en Tailandia cerca de la frontera con Myanmar viven casi 90.000 personas refugiadas que huyeron de Myanmar hace ya más de 30 años. Aunque no se han registrado contagios hasta ahora entre la población, las medidas de aislamiento han tenido un impacto significativo en sus posibilidades de generación de ingresos; han perjudicado a los estudiantes, ampliando la brecha educativa entre las jóvenes generaciones; han generado un aumento de precios generalizado de bienes de primera necesidad y además han paralizado todas las iniciativas de retorno voluntario y reasentamiento en terceros países. Todo esto, está teniendo dos efectos principales:
- el aumento de la dependencia de la ayuda humanitaria, a su vez cada vez más debilitada y escasa
- un fuerte impacto emocional por estar viendo aún más mermadas las perspectivas futuras
En este escenario tan complejo la labor que Cáritas Tailandia a través de COERR (Oficina Católica para las Emergencias y los Refugiados), con el apoyo de Cáritas Española y de la Unión Europea, está realizando en los campos, impulsando la producción agroecológica y la organización comunitaria de las personas refugiadas, tiene todavía más sentido.
El proyecto LEAP (“dar el salto” en castellano) tiene como objetivo satisfacer las necesidades nutricionales y sociales de las personas refugiadas y dotarles de herramientas y conocimientos para su vida futura fuera de los campos. El proyecto se centra en la producción agroecológica de vegetales de huerta y la promoción de la agricultura integrada, a través de unos métodos de cultivo adaptados al contexto y las necesidades. La componente de organización comunitaria impulsada desde 2019 ha permitido además crear ocho bancos de animales y cuatro cooperativas de productores y comerciantes que suponen un importante ámbito de aprendizaje para un futuro en Myanmar.
El enfoque agroecológico permite que la producción se mantenga todo el año, lo que asegura un autoconsumo familiar continuo y convierte a los refugiados campesinos en proveedores de bienes y servicios para su propia comunidad. En este momento de pérdida de empleo y aumento de precios de los alimentos debido al COVID-19 el valor de la producción agroecológica y el aumento de ingresos que esta supone para las familias participantes ha cobrado todavía mayor importancia.
La apuesta por las actividades colectivas gestionadas por la propia comunidad también se ha revelado esencial ya que la actividad ha podido seguir sin el apoyo de las ONGs, que no han podido acceder a los campos durante algunos meses. El esfuerzo de fortalecimiento de las capacidades del personal local ha dado sus frutos: la emergencia ha puesto a prueba al personal refugiado del proyecto pero también les ha ofrecido la posibilidad de gestionar la actividad con mayor autonomía y aumentando su autoestima.
Con la reapertura de todos los campos y la relajación de algunas medidas de aislamiento llega la recuperación en medio de muchas dudas: restricciones de movilidad que persisten, soluciones duraderas congeladas con los programas de reasentamientos y de retorno voluntario de momento bloqueados y un futuro muy incierto. Sin embargo, la apuesta central de Cáritas por las personas y las comunidades, sus capacidades, su resiliencia y su autonomía no solo no cambia sino que se hace, si cabe, más importante todavía.